Hoy es viernes, 3 de junio de 2011. Es el duodécimo día de la Revolución de Madrid.
Las distintas asambleas de la Plaza Liberada de Sol continuaron ayer con sus debates acerca de si levantar o no el campamento. Hay argumentos fuertes a favor de ambas posturas, y soluciones intermedias bien elaboradas e inteligentes. La discusión es sana y productiva. El asunto, al ser crucial, genera disensos.
Mientras tanto, el redactor de El País Daniel Borasteros, reproduce hoy en su diario la voz de sus amos. En un perverso artículo titulado «Los pragmáticos no pueden con Sol» sienta las bases para una inminente intervención violenta por parte de los antidisturbios, en consonancia con los llamamientos explícitos a la represión dirigidos de forma reiterada por el consejero de Interior de la Comunidad de Madrid, Francisco Granados, a su homólogo en el Estado Español, Alfredo Pérez Rubalcaba.
Queremos aprovechar este espacio que nos brinda la web de contrainformación Rebelion.org para solicitar de sus lectores un análisis crítico de dicho artículo, porque entendemos que de ello puede depender el futuro y la integridad física de nuestros compañeros acampados en la Plaza de Sol.
[http://www.elpais.com/articulo/madrid/pragmaticos/pueden/Sol/elpepuespmad/20110603elpmad_1/Tes](http://www.elpais.com/articulo/madrid/pragmaticos/pueden/Sol/elpepuespmad/20110603elpmad_1/Tes)
Desde nuestro punto de vista, ese artículo publicado hoy en la edición de Madrid de El País puede tener consecuencias muy graves para las personas que ahora mismo se encuentran en la Plaza de Sol. El objetivo que nos parece descubrir detrás de dicho texto es el mismo que, sin excepción, hicieron suyo los medios de comunicación masivos la noche del 15-M y la mañana siguiente: discriminar a los indignados buenos de los malos, señalar con el dedo a quienes Daniel Borasteros, citando a sus omnímodas «fuentes policiales», llama hoy abiertamente «radicales» e «insurrectos». Para el periodista, los que ahora quieren quedarse en Sol y se dedican a «boicotear cualquier intento de avance en el desmantelamiento del campamento» merecen ese calificativo, y por eso la Policía ya «ha identificado» a 50 de ellos en medio de las asambleas. En vez de preguntarse qué demonios pinta la Policía identificando a gente en mitad de asambleas populares donde se discute sobre cómo procurar a la sociedad un futuro mejor, el señor Borasteros está justificando ante «la opinión pública» que en las próximas horas las UIP vuelvan a apalear, torturar y procesar a personas pacíficas, arruinándoles para siempre la vida con nuevos cargos por resistencia, desórdenes públicos y desacato a la autoridad.
Veamos la declaración de principios con la que el señor Borasteros comienza su obra maestra:
Los acampados en Sol, el movimiento de ciudadanos indignados que lleva casi tres semanas ocupando el centro de la ciudad, pierde consenso. Pierde apoyos, pierde gente. Gana problemas, discusiones.
Habría que recordarle a ese periodista que el movimiento de los ciudadanos indignados lo que lleva haciendo casi tres semanas en el centro de la ciudad de Madrid no es ocupar ni estorbar, sino liberar un espacio público, vaciarlo de sus habituales contenidos de violencia publicitaria e individualismo cruel para que, como bien decíaSantiago Alba en su crónica de ayer, se convierta en «el primer asentamiento de la civilización» después de muchísimos años de capitalismo salvaje y barbarie disfrazada de democracia. Ese lugar civilizado se caracteriza, antes que ninguna otra cosa, por ser un foro constante de discusión y debate, así que si el centro de la ciudad «gana en discusiones», como él dice, eso es simple y llanamente porque el Movimiento en sí también está creciendo y no «pierde apoyos ni gente», que es lo que a él y a sus amos les gustaría.
Asimismo, habría que recordarle al señor Borasteros que, si el Movimiento de Sol llegara a perder apoyos y gente en algún momento, eso no sería por el abnegado impulso integrador y discutidor de los que allí trabajan y viven, sino por la incansable labor de redactores como él, a los que sus amos han encargado desde el primer día la inmoral tarea de dinamitar nuestro gesto fundacional y atentar contra las vidas de algunos de nosotros. Sus amos juegan con la ventaja de toda una maquinaria de propaganda engrasada durante décadas de dictadura, cuentan con millonarias tiradas y con la luz cegadora de cientos de miles de televisores prendidos. Y lo que nos parece mucho peor todavía: cuentan con la inestimable ayuda de una plantilla de trabajadores malpagados y precarios, todo un batallón de redactores, editores y plumillas, que de tanto sufrir la violencia de sus patrones, acaban proyectándola sobre los que están abajo. Uno de ellos, el señor Borasteros, incapaz de «debatir» lo más mínimo con quienes le subyugan y esclavizan a diario, ha decidido no enfrentarlos con la palabra y dirigir su frustración contra los que están debajo de él, los que duermen en la plaza de Sol. El señor Borasteros nos parece un cobarde y un abusón, dos atributos que van siempre de la mano en las personas que sufren violencia y no son capaces de canalizar su odio sobre quienes la ejercen efectivamente. Si en las próximas horas se efectúa el desalojo y hay heridos, nosotros con este artículo nos proponemos que el señor Borasteros no pueda dormir en su cama de Ikea tranquilo.
Es cierto que los acampados cada vez tienen más «problemas», señor Borasteros. ¡Cómo no los van a tener! Están combatiendo a un monstruo que lleva décadas adormeciendo a la gente del primer mundo y pasando a cuchillo impunemente a millones de seres humanos en los países pobres. Estamos enfrentándonos desde hace tres semanas a la amenaza de un bicho que cuenta, sólo aquí en Madrid, con cientos de pistolas H&K USP Compact, subfusiles Z-70, escopetas Franchi Modelo SPS 350 a las que se acoplan botes de gas lacrimógeno ATL, rifles Mauser 66 SP y fusiles de asalto MP5 modelo A4, además de todas las furgonetas, coches patrulla y helicópteros que quieran para mover de un sitio a otro su armamento y repartirlo entre sus mercenarios. El artículo de usted, señor Borasteros, está azuzando al perro policía para que haga uso de esos artilugios con que se adorna hasta los dientes y los dirija contra nosotros, contra nuestras vidas, mientras sus lectores lo justifican con indolencia.
Porque el señor Borasteros, por orden de sus amos, habla en su artículo de hoy de la «inseguridad» que padecen quienes allí duermen, de «agresiones sexuales e intimidatorias» ocurridas en el campamento, de las «desavenencias agrias y frecuentes» que tenemos entre nosotros. No habla, en cambio, del comunicado emitido hace dos días por Cáritas Madrid, avisando de que los usuarios de sus comedores diurnos se acercan todas las noches a la Plaza de Sol para procurarse un último bocadillo o un plato caliente. No habla, tampoco, de que muchos de esos indigentes madrileños fueron desahuciados de sus casas por los mismos banqueros que financian y sostienen su periódico, y que todos ellos acumulan un deterioro físico y psicológico, fruto de la lucha por la supervivencia en las calles durante largos períodos de tiempo, que puede desembocar en conflictos con los acampados e incluso agresiones físicas. Tampoco entrevista el señor Borasteros a ninguno de los vagabundos que prefieren dormir en el Sol antes que acabar con sus huesos en un albergue municipal. Si lo hiciera, tendría que hablar entonces de la disciplina militar impuesta a los indigentes por las subcontratas que se encargan de gestionar esos albergues en la Comunidad de Madrid y de las condiciones penosas en las que se encuentran, tanto su personal como sus infraestructuras.
Tampoco le dejan al señor Borasteros sus amos, y eso que todo el mundo lo sabe ya en el Campamento, hablar de los pequeños traficantes de drogas y profesionales del robo a pequeña escala, que todas las madrugadas se meten en el Campamento de Sol para dedicarse a sus menudeos y cometer sus hurtos. Muchos de ellos, los mismos que salen milagrososamente indemnes de todas las operaciones de la Brigada Antinarcóticos de Madrid, son informantes de la Policía, y reciben privilegios, indultos y dinero contante y sonante por infiltrarse ahora cada noche en la Plaza de Sol, atrayendo con ellos a un buen número de toxicómanos. Estos consumen sus dosis en las proximidades de la plaza, y en algunas ocasiones, en medio de su síndrome de abstinencia o por causa de la confusión de sus inyecciones de heroína, causan conflictos graves con los acampados.
No habla el señor Borasteros, tampoco, de la agresión y la intimidación que supone para los acampados la presencia constante de policías secretas, que se pasean entre las tiendas con sus riñoneras y mochilas negras, llenas de armas diseñadas para matar personas. Ni de los efectivos policiales que noche y día están apostados en todas las calles de los alrededores, esperando la orden de sus amos (los de usted, señor Borasteros), para venir a rompernos el cráneo y limpiar con disolventes la sangre que derramemos. Tampoco le parece oportuno mencionar que las patrullas de Policía Nacional que se encuentran, con sus armas y sus «lecheras», frente a la Sede de la Presidencia de la Comunidad de Madrid en Sol, se dedican (yo ya lo he visto varias veces, y no me paga nadie por contarlo) a proferir lindezas a las chicas que pasan por delante, reproduciendo el discurso patriarcal («ese culito») y machirulo («te voy a dar tu merecido») que luego les autorizará, el día que reciban la orden de sus amos (los de usted, señor Borasteros), a partirnos el cráneo y limpiar con disolvente nuestra sangre.
Piense el señor Borasteros, y no se lo diga si quiere a sus amos, que nosotros no conocemos a esas personas que cargan armas por nuestros pasillos, en nuestros perímetros, que nunca hemos podido ni siquiera tener una agria discusión con ellos, ni saber de qué pie cojean. Hágase a la idea de los «problemas» que nos ganamos a diario por ese simple hecho que usted calla.
Y es que el señor Borasteros, en cambio, prefiere hacer previsiones agoreras sobre lo que pasará el día en que nuestro Movimiento «pierda el favor de la opinión pública.» Como si él no llevara el estandarte de esa «opinión pública» y estuviese haciendo todo lo posible para desacreditarnos. También prefiere el señor Borasteros, vaya sagacidad la suya, hablar de nuestro «ralentizador sistema asambleario que eterniza cualquier debate.» ¿Qué nos está sugeriendo? ¿Que adoptemos el sistema por el que usted se rige en su trabajo? En verdad es mucho más eficiente y rápido, y genera un montón menos de «problemas»: ir a la redacción de El País por la mañana, recibir las órdenes de su redactor jefe, pasarse un rato por la Acampada, y luego volver por la tarde a su local de trabajo, entregar una crónica de mierda a sus amos, para que quiten y pongan lo que les parezca más conveniente. No nos gusta su sistema, señor Borasteros, pero le felicitamos igualmente. Que disfrute mucho del tiempo libre que a los pobres muchachos que están acampados les falta. Vea mucho la tele y saque a pasear su perro, si es que lo tiene. Y no se olvide de ingresar los dineros que sus amos le dan todos los meses y transferirlos casi íntegramente a la cuenta donde está domiciliada su hipoteca. Que ya dentro de poco será día 5 y le pueden aplicar algún recargo.
Y si tiene algo de corazón, léase este ensayo de uno de esos elementos radicales e insurrectos cuyo linchamiento usted está jusficando. Se llama Jorge, tiene poco más de 30 años, y está a favor de la continuidad del Campamento. Seguramente la policía ya le tenga fichado para partirle el cráneo en las próximas horas y limpiar luego con disolvente su sangre. Yo también me acuerdo de haberle visto ayer por la mañana abandonando el Campamento para irse a su trabajo. Llevaba unas largas ojeras, la cara un poco lívida, pero el brillo de sus ojos permanecía intacto. En su exquisita prosa y sus amplios conocimientos sobre teoría política descubrirá usted, señor Borasteros, lo que nunca logrará llegar a ser en su vida: un valiente ser humano.
[http://agenciamarienbad.wordpress.com/2011/05/30/%C2%BFque-hacer-30-de-mayo/](http://agenciamarienbad.wordpress.com/2011/05/30/%C2%BFque-hacer-30-de-mayo/)