Análisis de Giuliana Sgrena

Mientras la Primavera Árabe continúa en Medio Oriente y el norte de África, los grandes medios internacionales de comunicación desatienden a Argelia, un país otrora conocido por el descontento reinante entre su población, su prolongada y sangrienta lucha por la descolonización y su fervor revolucionario.

Argelia ha permanecido atípicamente tranquila durante la ola de levantamientos populares en la región, que se inició en diciembre de 2010 en Túnez. Muchos espectadores se preguntan si el país también estallará, y cuándo.

Pero las posibilidades de que los argelinos salgan a las calles son escasas, principalmente porque todavía está fresco en las mentes de los sobrevivientes el recuerdo de la «década negra» durante la cual cerca de 200.000 ciudadanos murieron en el fuego cruzado entre grupos islamistas beligerantes.

«Ya no queremos que nos consideren terroristas como en el pasado», dijo a IPS el joven Amir Moussawi, de 22 años, estudiante en el Instituto de Comercio Internacional.

Procedente de la ciudad de Blida, a unos 40 kilómetros de la capital, Moussawi tiene un buen motivo para temerle a un levantamiento político. Entre 1992 y 1999, durante el período del terror, Bilda fue el baluarte del Grupo Islámico Armado (GIA), responsable de la matanza de decenas de miles de argelinos.

En 2005, una ley de amnistía implementada por el gobierno de Abdelaziz Bouteflika liberó a la mayoría de los insurgentes islamistas, en un intento por reducir la violencia entre las partes en conflicto.

La norma también absolvió de toda culpa al ejército, que también estaba acusado de matar, torturar y «desaparecer» a varios miles de personas.

A consecuencia de estas medidas, miles de responsables de la masacre todavía están en libertad.

«La mayoría de los islamistas radicales ya no participan en la política», dijo a IPS Samira Ababsa, una joven maestra de escuela primaria en Argel.

«Emergieron de la clandestinidad o de la cárcel con un botín de guerra, dinero robado durante 10 años de terrorismo que implicaron (además de violaciones y asesinatos generalizados) el saqueo de los hogares de las víctimas», señaló.

«Así que ahora tienen sus propios negocios, construyeron casas para vacacionar y centros comerciales. Pero esto no significa que haya cambiado la mentalidad política», agregó.

Tras el referendo y la aprobación de la amnistía en 2005, grupos salafistas continuaron luchando, y la mayoría se unió a la red extremista Al Qaeda en el Magreb Islámico.

Ali Belhhadj, uno de los actores más poderosos del Frente Islámico de Salvación en los años 90, es considerado uno de los líderes de los grupos salafistas actualmente activos en Argelia.

Moussawi y Ababsa eran chicos mientras reinó el terror, pero tienen recuerdos vívidos de esa época.

«Recuerdo cuán aterrorizada estaba mi familia. (A veces) ni siquiera podíamos salir de la casa», evocó la maestra.

El hijo de un funcionario militar, que habló a condición de preservar su identidad, dijo a IPS que las mujeres corrían riesgo de encender la ira de los islamistas y que los hombres jóvenes estaban en peligro de o bien ser reclutados por grupos armados o bien ser asesinados si se sospechaba que eran leales al ejército.

Todos estos jóvenes coincidieron en que en esa década no llevaron vidas normales. Ninguna parte del país, ni ninguna hora del día, eran seguras. Los ataques empezaban luego de oscurecer en las aldeas, pero tenían lugar a plena luz del día en las ciudades.

Esta larga pesadilla, que finalizó con los perpetradores siendo perdonados por sus crímenes y caminando libremente entre los familiares de sus víctimas, puede explicar por qué muchas personas en este país de 29 millones de habitantes parecen estar «vacunadas contra las protestas y las manifestaciones», dijo a IPS Cherifa Kheddar, presidenta de una asociación de familiares de víctimas del terrorismo conocida como Djazairouna (Nuestra Argelia).

Otro motivo para la relativa calma en el frente argelino puede ser la estabilidad de la situación económica si se la compara con otros países de la región. Aunque bajo ningún concepto está libre de desigualdades, Argelia se las ha arreglado para mantenerse a flote durante la recesión mundial.

Los hidrocarburos todavía son la columna vertebral de la economía: representan 70 por ciento del producto interno bruto y 98 por ciento del volumen total de exportaciones en 2011, según datos de www.africaneconomicoutlook.org.

Las ganancias derivadas de la venta de hidrocarburos hicieron crecer las reservas de divisas a 182.200 millones de dólares este año.

Aunque la producción de petróleo y gas continúa en declive, cayendo de 43,2 millones de toneladas a 32 millones de toneladas entre 2007 y 2011, los precios han aumentado de modo constante.

La economía argelina creció 2,6 por ciento en 2011. En el momento exacto en que las masas que reclamaban el fin del estancamiento económico se volcaban a las calles en países vecinos como Túnez y Egipto, el gobierno de Argelia elevaba los salarios y subsidiaba viviendas para los pobres.

Argelia también tiene una sociedad civil relativamente «abierta» en comparación con otros países de la región. Hay un espacio significativo para el debate político, dijo Moussawi a IPS, y estudiantes, blogueros y usuarios de la red social Facebook utilizan Internet para intercambiar información sobre el actual clima político sin mucha intervención de las autoridades.

De todos modos, el país también tiene sus problemas.

El desempleo en general fue de 10 por ciento en 2011, mientras que entre los argelinos de entre 15 y 24 años llegó a 21,5 por ciento durante el mismo periodo.

En 2006, cuando se recabaron datos oficiales por última vez, la pobreza era de 23 por ciento.

El mercado informal continúa prosperando: el año pasado sus transacciones totalizaron 35.000 millones de dólares, según declaraciones del economista Rachid Seddak al diario El Watan en su edición del 16 de octubre.

La corrupción es rampante en cada estrato de la gobernanza, desde las administraciones estatales a las locales, y en empresas públicas y privadas. Según el Índice de Percepción de la Corrupción 2011 de Transparencia Internacional, Argelia está en el puesto 112 de una lista de 183 países.

Los argelinos no se toman estas injusticias a la ligera. Varios grupos y organizaciones que intentan organizar protestas contra el gobierno han sido eliminados por el aparato de seguridad, integrado por cerca de 500.000 efectivos distribuidos entre el ejército, las unidades policiales y la gendarmería.

Como la mayor parte de la población todavía es acosada por los fantasmas del pasado, es improbable que se aventure a una confrontación abierta con las Fuerzas Armadas o que se arriesgue a iniciar otro capítulo sangriento en la historia del país.

«No queremos volver a los años 90, y aunque quisiéramos luchar contra la corrupción, por la justicia, la libertad y la democracia, los argelinos todavía estamos traumatizados. Necesitamos más tiempo para superar el efecto de 10 años de violencia», dijo a IPS la profesora de psicología Cherifa Salhi, de la Universidad de Argel, especializada en tratar a mujeres víctimas de violencia.